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------------------EL JUEGO ,
----------------------LA CAZA....
------------------------------HA EMPEZADO
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LA COLECCIONISTA DE OBSESIONES

LA COLECCIONISTA DE OBSESIONES

Obsesiones, todos hemos tenido una alguna vez. Hay obsesiones que duran todo la vida , y otras tan efímeras que ni tan siquiera parecen haber existido ; obsesiones benignas , frente a otras arrolladoras ; obsesiones absurdas , obsesiones completamente intranscendentales , y obsesiones capaces de cambiar el rumbo de la historia , obsesiones que han creado imperios , y obsesiones que los han destruido . Peligrosas obsesiones de amor , absurdas obsesiones de poder ; obsesiones sobre nosotros mismos , o quizás sobre los demás ; hay obsesiones que giran en torno a un objeto , a varios , o en torno a una persona , a un lugar , incluso en torno a un momento .

Pero…lo único cierto para todas ellas es que, todo cuanto se torna en obsesión, se convierte en algo destructivo.

Obsesiones, hay todo tipo de obsesiones, y ella…ella las conoce todas. Rosette, la Coleccionista. Rosette, cuyo rostro ha sido contemplado por millares de hombres y mujeres, puros y corruptos, libres y esclavos, jóvenes y consumidos. Rosette, cuyo rostro nadie recuerda. Rosette , Rosette , quien ha vivido a lo largo de todas las eras , cuyo negro tridente de hierro ha derribado las puertas de corazones de todas las razas , arrancado de la más oscura profundidad de su alma esa obsesión que les domina , dejando sus vidas vacías , y su cuerpo hueco. Pero…por alguna razón, nadie recuerda su presencia, nadie es consciente de su existencia, ni siquiera aquellos a quienes les ha robado su más preciado bien.

Obsesiones, muy posiblemente, mis estimados oyentes, todos conozcáis a alguien que ha tenido una obsesión, es más, es probable que vosotros mismos hayáis tenido una. Pero…tal vez, solo tal vez, es posible que algunos de vosotros hayan cruzado su camino con el de La Coleccionista ¿Quién sabe? Tan solo habéis de mirar en las sombras de vuestro corazón, y comprobar, si aún hay vida en él ¿O…acaso está…vacío?



Jaques y Lucien eran hasta cierto punto dos chicos normales y corrientes de un inquietante parís de finales de la segunda década de este nuevo siglo que tanto prometía. París, una ciudad que ya no es como solía, una ciudad que nunca jamás volverá a ser la ciudad de la luz, absorbida por las sombras del hombre. Pero, no nos desviemos, en este relato no hay lugar para la digresión. Jaques y Lucien, tenían algo diferente, algo que les hacía especiales, eran gemelos, pero no ese tipo de gemelos que simplemente son un poco más que simplemente hermanos. No, Jaques y Lucien eran una sola persona. Hablaban, se movían, incluso pensaban al unísono. Habían pasado cada segundo de sus no demasiado largas vidas el uno junto al otro, actuando, sintiendo, soñando del mismo modo. Dos gemelos idénticos, un mismo reflejo de dos espejos distintos, el mismo níveo rostro aniñado, los mismos cabellos azabaches cayendo en frágiles ondas alrededor de sus rosados pómulos, las mismas manos delicadas…los mismos ojos…a pesar de la inocencia zafira de los ojos de Lucien, y de la avaricia oculta tras los iris esmeraldas de Jaques, el brillo de sus ojos, era el mismo.

Pero, algo les distanciaba, algo oculto, algo profundo, prohibido y reprimido .Jaques y Lucien guardaban una obsesión en su interior, adormecida, aguardando a ser avivada. Pero, si hay algo peor que una obsesión…es una obsesión reprimida.

Y aquí, queridos oyentes, es cuando nos despedimos de esta breve pero necesaria introducción, para dejar que comience la verdadera historia.

Paris, año 2018, llueve, y como siempre, el cielo está oscuro, y el sol a penas se intuyes tras la negra capa de polución que envuelve la ciudad de las sombras. Un escenario perfecto para Rosetta , que caminaba liviana a través de las azoteas de los antaño hermosos edificios del centro , saltando , corriendo , agitando su capa purpúrea y ónice en el aire , haciendo ondear su vestido granate en torno a su dulce figura de niña , cubriendo su rostro con un velo negro . Fue uno de estos tejados, el lugar desde donde Rosetta avistó por primera vez a dos jóvenes almas ligadas…y a sus dos grandes secretos. Así pues, los pasos de nuestros personajes chocan de bruces, sus caminos, desembocan en un único sendero.

Jaques y Lucien volvían a su pequeño apartamento de Saint Germain, que lejos del glamour y la elegancia que lo envolvieron años atrás, se ha convertido en uno de los barrios más conflictivos de la traicionera ciudad de París. Seguían, como siempre, el mismo recorrido de cada día, fieles a su inamovible ruta. Y como siempre, pasaban por delante de la misma tienda de música. Jaques a penas el prestaba atención, ni siquiera sabía el nombre del local, escrito con neones verdes y rosas, y es posible que si le preguntasen no fuese capaz de asegurar su existencia.

Jaques y Lucien eran idénticos ¿no es así? Sin embargo, ¿cómo explicar entonces la mirada de Lucien clavada en el escaparate con una innata devoción? ¿Cómo explicar la absoluta fascinación que ejercía en él la guitarra negra de rayas blancas colgada tras el cristal? Lucien deseaba poder tocar sus tapas, ansiaba acariciar sus cuerdas, anhelaba sostenerla entre sus manos. Un mudo pensamiento que quedaba atrapado entre sus labios, apagándose lenta y dolorosamente, pero ¿cómo expresarlos en voz alta? ¿Cómo iba a reconocer las horas y horas que pasaba encerrado en el desván tocando hermosas melodías con la vieja guitarra acústica de su abuelo? ¿Cómo admitir la paz y ciega felicidad que le hacían sentir las frágiles notas volando en el aire, escapando de entre sus dedos? ¿Cómo? cuando…su amado e idéntico hermano jamás había mostrado el más mínimo interés por la música.

Rosetta lo observó con detenimiento, y no pudo evitar estremecerse de absoluta felicidad. La pequeña y secreta obsesión de Lucien, el tierno, joven y dulce hermano diferente. Sería una pieza perfecta para la colección.

Los dos jóvenes siguieron sus caminos, seguidos por la atenta mirada de La Coleccionista, que sumida entre las sombras observaba todos y cada uno de los movimientos de aquellos dos peculiares gemelos, que caminaban al unísono a través de las abarrotadas calles parisinas. Al fin, los pequeños llegaron a su hogar, a esas horas siempre vacíos. Rosette se fundió con el humo que nublaba el horizonte, y su figura se disipó en el aire convirtiéndose en una tenebrosa nube grisácea. Rosette , o lo que quedaba de ella , se deslizó silenciosa e invisible bajo el resquicio de la puerta y a través de las cerraduras , adentrándose como un espectro en la cálida habitación , templada gracias a un pequeño radiador eléctrico en una de las esquinitas del cuarto .

Se arrastró por el suelo para esconderse, aún con forma de bruma, entre las aterciopeladas y ajadas cortinas de terciopelo. Observó , observó y observó durante horas agazapada , buscando una oportunidad para hacerse con el corazón del pequeño , pero Lucien nunca estaba a solas , nunca se separaba de su adorado hermano , nunca , salvo , en aquel momento casi mágico antes del crepúsculo , en que se deslizaba silenciosamente hasta el desván , para componer hermosas y amables melodías . Momento, que jaques provocaba fingiendo quedarse dormido. Farsa que, a pesar de ser invisible a los ojos del ingenuo Lucien, no logró pasar desapercibida para Rosetta. Desaprovechando la esperada oportunidad de hacerse con la obsesión de Lucien, y movida por su morbosa curiosidad, aguardó en su escondrijo el próximo movimiento del muchacho.

Cuando Jaques estuvo al fin a solas, rompió con la ilusión de su falso sueño para ponerse con gesto serio en pie, agachándose para rebuscar bajo una de las baldosas una pequeña cajita de madera. Volvió a situar la pesada placa de mármol en el lugar que le correspondía, como si nunca nadie hubiese osado arrancarla del suelo, vigilado, por la etérea mirada rojiza de Rosetta. Abrió con suma delicadeza la vieja caja, desvelando sobre la encimera un antiguo tablero de ajedrez, y colocó casi con devoción las piezas una a una.

La Coleccionista contuvo una risa divertida. Así pues… ¿el pequeño Jaques también tenía un secreto? Pero ¿era este secreto una obsesión? Rosetta conocía aquella mirada, la había observado miles, cientos de miles, quizás millones de veces, esa mirada que decía que nada más en el mundo te importaba, esa mirada que aseguraba que morirías, o que simplemente no podrías vivir sin ello. La misma mirada que brillaba en los ojos verdes de Jaques. En las tinieblas más profundas de su ser , Rosetta se retorcía de placer , dos almas de dos jóvenes gemelos , ambas corruptas por una obsesión oculta bajo su piel , más allá de sus huesos , mucho más profunda que los latidos de sus inexpertos corazones .

Jaques acarició con el pulgar una pequeña pieza negra, que a pesar de su reducido tamaño, destacaba por encima de todas las demás. La pintura apenas cubría una tercera parte de la pieza, pero aún así, Jaques la mimaba con esmero y pasión, la pieza que representaba todo aquello a cuanto aspiraba. El rey negro. Comenzó a mover las piezas en una sutil y amenazadora danza, primero las negras, después las blancas, enzarzándose en una muda batalla, que no concluyó hasta que todas las piezas cayeron una a una, y el rey blanco se vio acorralado por el yugo de sus enemigos.

Pero en el gesto de Jaques era fácil leer la insatisfacción. No era suficiente. Con unos rápidos
movimientos, sacó de su mochila una hoja de papel, y la contempló en silencio durante varios segundos, indeciso, antes de comenzar a escribir con fiereza en ella, para finalmente, volver a contemplarla de nuevo. La Coleccionista no pudo evitar zigzaguear hacia el muchacho, y trepar por su espalda hasta poder contemplar con sus ojos invisibles la insignificante pero a la vez decisiva hoja de papel. Se rio silenciosamente. Era, nada más, y nada menos, que la inscripción a un torneo de ajedrez ¿qué haría el pequeño Lucien cuando lo descubriese? Él, que a la vez también había traicionado a su hermano, ahorrando en una pequeña hucha de metal hasta reunir el dinero suficiente para comprar su ansiada y nueva compañera.

Rossetta ansiaba sus almas, deseaba con locura hacerse con sus corazones, pero debía esperar, debía esperar a que sus corazones y sus mentes se tornasen aún más corruptas y degradadas, aún más impuras.



Les observó durante días, impasible ante el paso del tiempo, el paso de las horas, de los días, de las semanas, se confundían con segundos ante la ferviente excitación del coleccionista disfrutando de su pieza maestra. Disfrutaba de cada uno de los movimientos de los gemelos, de cada una de sus lentas o alteradas respiraciones, de cada uno de sus fugaces pensamientos, regocijándose de su descubrimiento, saboreando el dulce acechar del depredador.
Su hambre se hacía cada vez mayor, cuando los meses se tornaron años, ¿dos quizás? ¿Tres acasos? ¿Cuatro incluso? Quién lo sabe, para Rosetta, reducir aquella caza a una mera magnitud como era el tiempo era algo completamente absurdo, casi blasfemo. Se había estremecido con todos los movimientos sobre el tablero de los antaño pequeños hermanos , cada pieza que caía , tornaba un poco más oscuros los latidos en sus pechos , la luz , era engullida por el odio , deformada por la mentira.



Lucien observó encogido el interior de la tienda de música, con la mano temblando sobre el pomo de la puerta, indeciso, temeroso. Aquellos años de sacrificios, le habían permitido por fin ahorrar en aquel ofensivo mundo el dinero suficiente para la espléndida guitarra, que tras todo aquel tiempo, parecía estar esperándole al otro lado del cristal, llamándole, esperándole, era suya, solo para él.

Empujó ligeramente la puerta, haciendo tintinear levemente el móvil metálico suspendido en la entrada. Sorprendido, quizás asustado por sus propias sombras, dios un brusco paso atrás. Sabía, sabía que no estaba bien, lo que hacía, era una traición, una traición que nunca jamás se podría perdonar. Sabía que no había marcha atrás, que si era descubierto, su mundo se tambalearía hasta desplomarse. Pero, también sabía, que no tenía otra opción, estaba acorralado entre su deber, y su obsesión, atrapado entre el deseo y la lealtad. No tenía opción, o eso quería decirse a sí mismo. “¿Buenas tardes?” dijo dubitativo el dependiente. Lucien respiró hondo, apretó sus puños y empujó con decisión la puerta para ser azotado por el agradable calor de la estufa de leña. “Vengo a buscar mi guitarra” dijo con decisión, aturdiendo al joven dependiente.
Una sonrisa de plena satisfacción se dibujaba en el rostro de Rosette, que contemplaba oculta, como siempre, entre las luces y las sombras de la ciudad. El momento se acercaba.



Lucien caminaba cabizbajo, arrastrando tras de sí la funda de su guitarra nueva, arrastrando los pies, arrancando con sus zancadas la nieve grisácea del suelo, ignorando los copos vírgenes que caían sobre su capucha negra. Una parte de él, la parte que le había traicionado desde que tenía razón, la parte corrupta, desagradable, persistente, molesta, dañina…la parte de él que no debiera existir, la parte de él, que era única. Esa maldita e incontrolable parte se sentía eufórica , no , algo más que eufórica , se sentía tan llena , tan grande , como si aquel sentimiento fuese a escaparse de su cuerpo , y a la vez llenarlo todo ¿felicidad? ¿Acaso era posible? Mientras tanto , ese lado suyo que parecía siendo racional , sentía un carga mucho más pesada que cualquier dolor , la culpa , la noción , la consciencia , de que había hecho algo a malo a su entender , malo , muy malo.

Pero aquella culpa, no podía ser eterna, no lo fue...en ese mismo momento, detenido en el puente de Alejandro III, en ese momento en el que en su cabeza se debatían sus dos mitades, cuando se sentía tentado de arrojar su preciada guitarra a los restos del río Sena, fue cuando vio algo que hizo desvanecerse la culpa, engullida por el dolor que tanto había temido causar.

Al otro lado del puente, entre risas, rodeado de varios jóvenes de inusual aspecto adinerado, vestido con ropas lujosas (un traje refinado, y un lujoso abrigo negro), y un maletín de aluminio en sus manos, su hermano gemelo. Su hermano supuestamente enfermizo desde hacía años, incapaz de abandonar el hogar durante el invierno, obligando al pequeño y asustadizo Lucien a afrontar una experiencia desconocida entonces para él, la soledad. La soledad de enfrentarse a un mundo para el que no estaba preparado, una escuela gris y fría, y después, un empleo precario y de sueldos risorios. Pero no le importaba, su amado hermano estaba enfermo, y el y su débil madre tenían que luchar para sacar al lo que quedaba de la familia adelante.

Su hermano…su hermano…no, no podía aceptarlo, no, no podía ser verdad, no, no, tenía que haber otra explicación…pero…pero….no la había. Jaques palideció, sorprendido, con temor a la reacción de su hermano, inmune a ningún tipo de arrepentimiento o culpabilidad, tan solo tenía miedo de los gritos de su hermano harapiento y sucio, miedo de que le humillase ante sus colegas del “Echec royel” el club de ajedrez más prestigioso de Francia.

-¿Jaques?...- musitó Lucien tratando de contener las lágrimas tras sus humedecidos ojos verdes.

- ¿le conoces? ¿No será familiar tuyo? se da un aire a ti – preguntó uno de los muchachos con desprecio, incapaz de intuir el verdadero parecido de ambos jóvenes tras el desaliñado y astroso aspecto de Lucien, carcomido por la pobreza y la miseria que devoraba Paris.

Lucien clavó en Jaques la mirada…una mirada, capaz de haber hecho desfallecer al más cruel de los villanos, al más detestable de los tiranos, una mirada cargada de un dolor indescriptible.

- No…, por supuesto que no…me habrá visto en la televisión – Respondió sin escrúpulo alguno.

- ¿Ja…Jaques…?

Jaques sonrió complacido, se había salido con la suya, su hermano le odiaba, pero ¿Qué importaba? Eran dos mitades de una misma pieza, dos ropajes tejidos de un mismo patrón. Si le odiaba, se odiaba a sí mismo, su odio no podía ser eterno. Y él, desde su debut en los torneos de ajedrez, se había convertido en un hombre rico. Tenía riquezas, una hacienda admirable, y un talento prodigioso ¿qué importaba el odio de su necio y andrajoso hermano?

Pero, algo en sus planes, salió mal…Lucien se desplomó de rodillas sobre la nieve, y la guitarra calló con él, escapándose de su funda, y aterrizando sobre el asfalto. La mirada de Jaques perdió su cordura, perdió su característica determinación, perdió la sensatez del jugador, y movió sus fichas al azar.

- Lucien…a nosotros…no nos gusta la música ¿Por qué tienes una guitarra? no la queremos , no nos gusta

- Jaques...- murmuró entre sollozos abrumado por la ira, por el odio que rezumaban las palabras
temblorosas de su hermano mayor, el odio en las involuntarias sacudidas de su cuerpo, el odio que traspasaba sus ojos zafiros.

- Lucien…¡¡No nos gusta la música!! ¡¡ no nos gusta!! – respondió entre bramidos, incapaz de
soportar una traición que el mismo había cometido.

Sus compañeros le miraban sin entender , sin comprender que era lo que ocurría , sin ser capaces a pesar de sus privilegiadas mentes de comprender el motivo que llevaba al más célebre jugador de ajedrez del club , el que ellos conocían como marqués du Pointe du Lac , perder la razón de aquella manera ante un mendigo desharrapado.



Rosetta se estremeció de placer. Ese….era el momento.



Una súbita, tenue, y a la vez profunda oscuridad les envolvió en un fino velo invisible en el que el tiempo no transcurría, en el que el espacio, no era más que un término abstracto, y el mundo a su alrededor, tan solo un poco más que un espejismo. Los dos hermanos se encontraron de pronto acorralados en un mundo vacio, en un vacio incompleto, inconmovible, observando a su alrededor los copos de nieve suspendidos en las sombras, los jóvenes adinerados del Echec Royel detenidos en un instante entre los segundos…el universo había dejado de fluir.

De nuevo, los divididos corazones de los hermanos volvieron a sincronizarse para sumirse en un único sentimiento, en una única emoción: el miedo. Estaban acostumbrados a la incertidumbre, al acoso de un mundo adverso, acostumbrados a las amenazadoras circunstancias, a lo imprevisible. Pero, no, no podían luchar contra el miedo. Contra sus manos sudorosas, sus respiraciones entrecortadas, sus miradas temblorosas…volvían de nuevo, a ser uno.

La menuda pequeña figura encapuchada se materializó fugazmente ante ellos, desaparecía, aparecía de nuevo, una y otra vez ante sus ojos aterrados, en una interferencia con el espacio, entrecortando el vacio con una risa mordaz.

A partir de entonces, todo ocurrió, quizás, demasiado deprisa. O puede, puede que demasiado despacio.

La figura de Rossetta se abalanzó sobre el joven y despiadado Jaques. Veloz, impasible, un destello de penumbras cerniéndose sobre la vida del muchacho. Hundió su azabache tridente en el corazón de Jaques, y una perversa luz oscura pareció abandonar su cuerpo inerte, un cuerpo vacio que se desplomó sobre la nieve. Con la mirada perdida, exhalando aire, inhalando, sin rastro alguno de herida en su cuerpo. Jaques se había ido.

- ¡Jaques! – gritó el pequeño Lucien, sin apenas voz, en un grito quebrado por la súbita oquedad en su pecho, una paralizante escisión, una mitad de sí mismo, había desaparecido…

- ¿quién es el siguiente? – murmuró una infantil pero aterradora voz de niña – oh, ya veo, tu.
Rossetta cayó sobre él con la misma fuerza arrolladora con la que había arrastrado a su hermano a algo un poco peor que la muerte. Segundos , todo transcurrió en cuestión de segundos , pero , durante un instante , un único instante , Lucien , fue capaz de ver el rostro de la coleccionista cerniéndose sobre él , unas cuencas negras , un rostro de fracciones delicadas , un rostro putrefacto , y unos quebradizos rizos que antaño se intuyeron dorados asomando bajo la capucha . Los más abrumadores y monstruosos actos y pensamientos de los hombres, habían sido tallados en aquel rostro, en aquella mirada vacía.

Lucien esperó inmóvil su final.

En un calculado y automático movimiento que tantas veces antes había repetido, la coleccionista hundió tridente en su débil cuerpo .No sintió dolor, como había esperado al cerrar sumiso a él los ojos, ni tan siquiera había sentido el frío metal atravesando su cuerpo, su corazón latía, ajeno al objeto que debería de atravesarlo, y la sangre seguía fluyendo en el interior de sus venas intactas. El tridente se había hundido en su interior, pero no en su cuerpo…
Una fina brecha de luz comenzó a abrirse en su cuerpo, y una inquietante y desagradable sensación de estar siendo succionado se extendía a través de sus nervios. Aún con el objeto yaciendo en su interior, una intensa luz blanquecina emanó de su cuerpo en un torrente cegador que pareció engullirlo todo.

Un rugido se escuchaba en mitad del vacío sensorial creado por la luz.

- No… ¡nooo! No es…no es posible, no existe, no existe. ¡no existe ningún alma pura! No…… ¡noooooo!

la luz remitía poco a poco , dejando intuir de nuevo la figura de Rossette …o al menos , lo que quedaba de ella…su cuerpo se desvanecía en el aire , conforme la luz se alejaba de su cuerpo , su piel se deshacía como la escayola hundida en el agua , se disolvía , dejando tras ella un hedor a carne a quemada

- No ¡no! – bramaba mientras de su garganta surgía el eco de cientos , quizás miles de voces al unísono , las voces de todas las almas que había devorado , rogaban ahora en una súplica que
nadie iba a escuchar , un ruego enfurecido –¡no! No existe…no existe ningún humano bondadoso, no existe la inocencia, no existe, ni el candor – protestaba en sus últimos instantes con aquel escalofriante cántico de voces – solo existe lo corrupto, la perfidia, lo perverso…la mal….d…
La coleccionista desapareció, Rossette…se había ido ¿Dónde? Quién sabe…simplemente Rossette ya no existía en este mundo, tan solo quedaría de ella, un vago recuerdo en la mente asustada y confusa de aquel joven ojos zafiros y cabellos oscuros, de rodillas en el suelo, con la mirada aún clavada en el punto vacío en el aire en el que hacía tan solo segundos se había alzado el rabioso ángel de la muerte.

Y sin Rossette…el mundo volvió a su curso…

Los jóvenes del Echec Royel huyeron asustados al contemplar de pronto el cuerpo de Jaques tendido en el suelo, dejando a los gemelos tendidos en la nieve, solos. De nuevo solo se tenían el uno al otro…y Jaques…de Jaques tan solo quedaba un envoltorio vacío.

- ¡Jaques! – gritó el pequeño corriendo apenas sin fuerzas, derrotado por la herida invisible que había dejado el tridente negro, que ahora descansaba sobre el asfalto - ¡Jaques! – le llamó inútilmente, agachándose junto a él, estrechándole en sus brazos – Jaques…maldito imbécil…no me dejes…no puedes ¿somos un equipo recuerdas? Somos uno…

- Lucien…¿qué quieres?...- protestó Jaques zafándose del abrazo de su hermano

El menos de los gemelos perdió el aliento, embriagado por una súbita felicidad inexplicable, ahogándose en su propia emoción. Diminutas lágrimas perlinas comenzaron a rodar por sus mejillas, y Lucien se lanzó a los brazos de su huraño hermano.

Sin Rossette, sin la coleccionista…todas las almas, todas las obsesiones, volvían a ser libres…

FIN



- ¿Lucien? – preguntó Jaques, con un perverso brillo en la mirada, contemplando sediento de poder el cetro de metal azabache abandonado en el suelo.

- ¿qué? – preguntó Lucien alejando lentamente sus cuerpos.

- Nada…-respondió Jaques, con una perspicaz sonrisa en sus labios ansiosos- nada…
En su mente, comenzó una nueva partida, se inició una incontrolable sucesión de movimientos sobre un tablero que no existía, y que a la vez lo era todo…Jaque Mate…

TAL VEZ…NO HAYA FINAL PARA ESTA HISTORIA…